Salieron de un sueño, llegaron para asombrar a los capitalinos con múltiples colores, formas alucinantes y de grandes dimensiones, unos de hasta tres metros de alto por quince de largo.
Por Alberto Carlos Albarrán Leyva
El pasado sábado 24 de octubre, cerca de 80 alebrijes desfilaron por las principales calles del centro histórico de la Ciudad de México. El contingente inició su marcha en las calles de 20 de noviembre y República del Salvador, tomaron por asalto el Zócalo capitalino, lo rodearon, bajaron por 5 de mayo para posteriormente avanzar por la avenida Juárez hasta Paseo de la Reforma y concluir en la glorieta del Ángel.
En la avenida Juárez, desde temprana hora familias enteras, parejas de novios, amigos y hasta un pequeño contingente de antorcha campesina, aguardaban con ansias el paso de los gigantescos Alebrijes.
Eran las 12:30 del día, el sol de invierno quemaba intensamente el asfalto capitalino, como si tampoco quisiera perderse este magno evento y deseara provocar entre la multitud alucinaciones similares a la de los autores de estos monstruos.
Cabe recordar que esta artesanía popular mexicana es un invento de Pedro Linares, un hombre que en 1936 a través de un sueño imaginó que las rocas, las nubes, los árboles, pero sobre todo, los animales, cobraban vida en medio de una “tensa calma”; sin embargo no eran figuras normales, al burro le salían alas, a la lagartija cuernos y un perro con cara de dragón expulsaba fuego por la boca; todos en un solo coro le gritaban: ¡Alebrijes! ... ¡Alebrijes! … ¡Alebrijes!
Esa misma “tensa calma” se vivía en la avenida Juárez, cuando de pronto, en medio de la nada apareció el primer contingente, “ya vienen dando vuelta” fue el comentario de un niño a su papá, que con ilusión veía y escuchaba las primeras notas de la Sinfónica de la Marina, quienes encabezaban el desfile.
Atrás de ellos apareció la primera figura, llamada Mapsaurio, de casi dos metros de alto. Era una combinación entre un ave y un antiguo dinosaurio; sin embargo, tenía cara amable y hasta coqueta, “mira que bonitos ojos tiene” decía una mamá a su pequeña hija que la veía pasar y la saludaba, “me cerró el ojo mamí” contestó la hija, sin duda, una acción producto de la imaginación o del efecto alucinante de los Alebrijes que comenzaba a influir entre los asistentes.
Esta Mapsaurio venía escoltada por un grupo de tres luchadores, cuyo nombre es el de los “jueces del infierno”, zanqueros entre los que destacaba la Catrina y su esposo, quienes despertaron de ultratumba; además de varios payasitos y payasitas que hacían ameno el recorrido.
No faltó quienes quisieron sacar provecho del evento, y es que una hora antes del desfile justo en la tribuna instalada frente al Hemiciclo a Juárez, un grupo de aproximadamente 80 personas de antorcha Campesina escenificaba una obra de teatro y planeaban una marcha. Los que ya ocupaban un lugar en las gradas comentaban: “pues está entretenida, pero realmente mi familia y yo estamos aquí por los Alebrijes”.
El movimiento de antorchistas pasó a segundo plano al llegar los actores principales del evento. Poco a poco cada uno de los Alebrijes se abrió paso y el misticismo y colorido del Pez.Cado, Quetzaurio Hermoso Venenoso, El Jejele, Doña Caracola, el pez del Abismo, entre otros, impactó al grupo de manifestantes, tanto que hasta entre ellos comenzaron a gestarse las bromas: “mira ése se parece a nuestro líder” y en menos de sesenta segundos se unieron a las familias que disfrutaban el desfile.
Al pasar por el frente de las gradas, estas figuras que iban jaladas o empujadas por sus creadores, lo mismo en carritos con ruedas que sobre bicicletas adaptadas, o incluso algunos las cargaron sobre sus propios hombros, engalanaban, hechizaban e hipnotizaban a los asistentes, girando, bailando y demostrando sus ojos enormes, lenguas largas, alas de dragón, patas de gallo, cuerpos de serpiente y toda forma colorida extraída de la imaginación del hombre.
El grupo Por si las Moscas, se encargó de alegrar a los asistentes, coreando el nombre de su Alebrije y al grito de “vuelta, vuelta, vuelta” mostraban su monstruosidad. Laura Pascual López y Javier Rojas, sus autores, explicaron que representaba como el pez grande se come al chico.
“Hermoso Venenoso representa un animal de múltiples personalidades con un rico colorido que puede resultar una terrible pesadilla”, así lo dijo Mauricio Mercado, quien encabezaba su creación.
Desde los más espectaculares y sofisticados, hasta los más sencillos, uno a uno iban desfilando generando la admiración, el reconocimiento y los aplausos de quienes observaban animadamente su marcha, unos generaban terror, otros risa e incluso comparaciones con grandes obras literarias, pues a la mitad del contingente, apareció la figura del “alebrije de la mancha” el mismísimo Don Quijote montando a su caballo Rosinante enfrentando a un ser monstruoso de un solo ojo.
Esta expresión del arte popular mexicano cubrió en aproximadamente tres horas el trayecto hasta llegar a su destino final, las laterales del Paseo de la Reforma, entre el Ángel de la Independencia y la glorieta de la Diana Cazadora.
En ese punto permanecerán durante una semana para seguir impresionando y contagiando de alucinaciones a los habitantes y visitantes del Distrito Federal.
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